¿Hacer ‘Birding’ en Nicaragua? ¡Por supuesto que Sí!

Por Hugo Santa Cruz

No obstante las advertencias de algunos amigos, tomé un bus a Nicaragua. El país centroamericano, aún se encuentra superando una crisis socio-política, lo que había derivado en una grave caída del turismo y una “sensación” de inseguridad para los visitantes.

El haber seguido mis propios instintos, además de las recomendaciones de mi amigo Sergio Arias – representante de Central America Birding Trail – fue una decisión muy acertada, ya que tuve la dicha de conocer espectaculares bosques con gran riqueza ornitológica; gestionados por personajes de la conservación de lo más interesantes.

Apenas llegué a Managua tomé inmediatamente otro bus con dirección a Jinotega, ubicada en las tierras altas al norte del país. Las caóticas terminales nicaragüenses, se llenan de diferentes matices con decenas de ruidosos y pintorescos buses de los años 80’s; los cuales pareciesen competir por la mayor cantidad de colores, enriqueciendo con diversas tonalidades el confuso y desordenado paisaje urbano.

Finalmente, tras quince horas de viaje; me encontraba en la soñada Reserva El Jaguar, el hotspot N° 1 en Nicaragua para avistar aves. Muy temprano por la madrugada, me reuní con Moisés – guía de la reserva -, María – viajera de origen brasilero – y Gerald – guía de María -. Con estos últimos dos, habíamos coincidido nuestra visita a la reserva. María y mi persona éramos los primeros visitantes, después de aproximadamente 10 meses, en los cuales el lodge tuvo que cerrarse por la convulsiones políticas y el lamentable cese de turistas observadores aves – mercado de turismo específico de El Jaguar -. Recorrimos los cafetales y parte del bosque, no éramos los únicos de pie; más de un centenar de personas ya habían iniciado su jornada dedicada a la cosecha de café. Entre truhanescos gritos y cantos, llenaban sus canastas con miles de frutos; que próximamente serían enviados a Estados Unidos y Taiwán, tan esenciales para contrarrestar el sueño o satisfacer el paladar de miles de personas que se encontraban muy lejos de ahí, tan lejos de esa realidad… Ese día Gerald y María nos dejaron, y por varios días tuve la fortuna de tener de compañero a un muy hábil observador de aves. El conocimiento ornitológico de Moisés realmente me cautivó, sobre todo por su habilidad de reconocer los cantos; no había ninguna especie desconocida para suu sensible sentido auditivo.

Disfruté mucho incrementando el número de especies de mi lista. Con toda seguridad que “El Jaguar” es el mejor sitio donde uno puede encontrar a la Pava Pajuil – Highland Guan -, y específicamente en las cestas de maíz situadas a lado de la cocina. El maíz es el ingrediente de las famosas tortillas, que en este caso alimentarían a alrededor de 150 personas
diariamente. Unos cuantos de estos granos, son robados por varios individuos de una de las especies más raras de Centroamérica.

El ser humano y las aves han aprendido a convivir en este espacio en las últimas décadas, la armonía en el ambiente es fácilmente perceptible a pesar del ajetreado trabajo en los cafetales. Me sorprendió mucho ver que aves como el Tucancillo Collarejo – Collared Aracari – y la Guacharaca de cabeza gris – Gray-headed Chachalaca –, que son especies de comportamiento muy tímido usualmente, comían con toda tranquilidad de los racimos de bananos colgados intencionalmente frente a la Estación Biológica; a pesar que más de un centenar de trabajadores pasaban y repasaban con sacos y canastos de café al hombro. Estos bananos alimentan quizás a más de 50 especies; incluyendo a la ardilla endémica Sciurus richmondi.

La Reserva el Jaguar, junto a otras reservas públicas y privadas y, forman el Corredor de Conservación Cerros de Yalí. Una de las áreas protegidas públicas es la Reserva de los Cerros de Yalí, la cual tiene entre sus atractivos, un bosque de pinos nativos – Pinares San Rafael del Norte -,
del cual dependen muchas especies de aves; sobre todo reinitas (warblers). Nos deleitamos escuchando y observando varias de ellas – Towsend’s Warbler, Hermit Warbler, Black-throated Green Warbler, Wilson´s Warbler; así como varias otras especies interesantes como Red-Tailed
Hawk, Acorn Woodpecker, White-eared Hummingbird, Azure-crowned Hummingbird, Lesser Roadrunner, entre muchas otras.

Después de unos días Georges Duriaux y Liliana Chavarría – propietarios de la reserva – llegaron al ecolodge, con quienes tuve la dicha de pasar muy gratos momentos y aprender más del mundo de las aves. Liliana y Georges son científicos que han dedicado su vida entera a la conservación de las
aves, han explorado todo el país por varios años con sus propios recursos; y fruto de ello es la reciente publicación del libro: “Birds of Nicaragua A Field Guide”, un muy detallado trabajo; gracias al cual podemos observar, estudiar y conservar las aves de este pasmoso país.

La estricta dedicación a la ciencia de Liliana – autora principal de la guía -, ha permitido el desarrollo de varios estudios coordinados con universidades, laboratorios y varias instituciones de Estados Unidos y Canadá; entre ellos el estudio de migraciones del programa MoSI del Institute for Bird Populations, en el cual tuve la fortuna de participar en mis últimos días de estancia en la reserva. Gracias a la creación de la Estación Biológica “El Jaguar”, los estudios para el programa MoSI perduran ininterrumpidamente por más de 17 años; y a pesar de la crisis sociopolítica y de la pérdida de financiamiento para el estudio. Liliana, Georges y su equipo; dedican sagradamente 4 días por mes a la investigación de campo en la reserva.

Con las manos ya temblorosas por los años, Liliana no pierde detalle alguno en su minucioso examen a cada ave capturada. Las dimensiones específicas de cada segmento del ave, el peso, el desgaste del plumaje, el porcentaje de grasa acumulada, el estado de salud y la extracción de la
pluma R4 – para un posterior análisis de ADN –; son solo algunos de los análisis que se realizan en cada ave anillada y codificada. Este y otros programas en los cuales ha participado El Jaguar, permiten saber datos de mucha importancia como los factores que afectan a la declinación de las poblaciones de las aves, la relación de la desaparición de las aves con respecto al cambio climático y la pérdida de sus hábitats, qué se puede hacer para revertir la disminución de las poblaciones de especies en
peligro, etc. Uno de los datos más curiosos que me sorprendió mucho, fue saber acerca de la migración del Colibrí de garganta roja – Ruby-throated Hummingbird -; una diminuta y eficiente máquina voladora, que es capaz de atravesar el Golfo de México – más de 500 km – en una sola
noche, con apenas medio gramo de grasa acumulada.


Con casi 150 especies en mi lista, y sobre todo con fantásticas lecciones aprendidas, me tocó abandonar la reserva y dirigirme a otra nueva, donde ya me esperaban: Selva Negra. Una vez en Jinotega, tome el bus a Matagalpa y algunos kilómetros antes de la ciudad, en el ingreso a la reserva Selva Negra, desabordé donde encontré a Gustavo Carrillo – administrador del hotel -. Llegamos al atardecer así que decidí salir a realizar una observación, a modo de explorar el área.
La propiedad tiene un impresionante centro de producción de vegetales y animales, que auto abastece con alimentos a todo un pueblo en el interior del área, además de los huéspedes del hotel. Una posta sanitaria, una escuela primaria, una iglesia, canchas deportivas y varios otros; dan
cabida a toda una ciudadela sustentable.


Al recorrer los senderos del hotel y la reserva, tenía la impresión de estar en un mundo imaginario, donde cada detalle es perfecto. Los jardines, los cuerpos de agua, las cabañas, el museo, los espacios sociales y cada piedra colocada donde fuere; parecían una obra de arte. La extraordinaria infraestructura y equipamiento de Selva Negra, son el producto de 42 años de grandes esfuerzos de la familia Kuhl, quienes han podido sacar adelante a Selva Negra; la cual no solo representa una reserva y un hotel ecológico de alta categoría, sino que es la fuente de trabajo de alrededor de 500 personas, las cuales tienen un medio de vida que se llama café.

Cosechando café / Ph. Selva Negra


Al día siguiente me levanté muy tarde – 7 am, muy tarde para un observador de aves – el fuerte viento que sacudía el bosque, podía escucharse desde el cálido interior de mi regazo. A pesar de haber despertado a las 5:30, había decidido extender mi sueño un poco más, ya que había pasado una mala noche. Además el fuerte viento desmotivaba mi partida para observar aves, no obstante mi curiosidad por conocer al Campanero Tricarunculado – Three Wattle Bellbird -, hizo que al fin
iniciara mi caminata.


A penas unos cientos de metros ya internado en el bosque reconocí su canto, a pesar que era la primera vez en mi vida que lo escuchaba. Me aparté del sendero persiguiendo la voz, buscaba en cada copa de los gigantescos árboles a mí alrededor, pero no podía encontrarlo. Un cuerpo de agua impidió que prosiguiera el recorrido por esa área, así que tuve que volver al sendero. Continúe caminando colina arriba, ya no escuchaba al campanero pero de repente avisté a dos Pavas crestadas – Crested Guan – moverse en lo alto del dosel y cerca de ellos para mi sorpresa una hembra de Quetzal Resplandeciente – Resplendent Quetzal -, especie que ni siquiera esperaba encontrar.

Permanecí inmóvil por varios minutos, había perdido de vista a la quetzal y a pesar de su brillante colorido no podía encontrarla. Durante ese tiempo, me cercioré que el árbol que tenía en frente era un aguacatillo – manjar para los quetzales y muchas otras aves -. Una vez fotografiadas las pavas y tras haberme darme por vencido con la quetzal, inicié mi caminata nuevamente; pero apenas había dado unos pasos y ahí estaba, y esta vez acompañada de un macho, observé con mayor detenimiento y encontré otro macho más; un hermoso macho de cola larga que ostentaba sus prolongadas rectrices y a la vez podía camuflarse perfectamente en
entre la vegetación. Comencé a disparar, el ave apenas dejaba verse, pero la ráfaga continuaba sin parar; cuando finalmente logro encontrar un mejor ángulo para la fotografía, por supuesto pasa lo que tenía que pasarme a mi… la batería de mi cámara se había agotado y la que traía de repuesto también estaba agotada. Era de esperarse, ya me había pasado con jaguares, pumas, pecaríes y otros en Sudamérica y naturalmente… tenía que pasarme con el Quetzal Resplandeciente y precisamente con el individuo de cola larga… No me precipité en lo absoluto. Con los años aprendí a disfrutar mucho más el observar que el fotografiar, no obstante mis piernas comenzaban a dirigirse instintivamente y cada vez con mayor
presura a mi cabaña, ubicada a unos 700 metros.

Una vez con la batería en mano, en el camino de retorno a encontrar los quetzales, volví a escuchar al Pájaro Campana, pero mi pensamiento seguía concentrado en esa brillante y larga cola, por lo que mis pasos eran cada vez más acelerados y la caminata se había convertido en una carrera. Pero el llamado era más fuerte e insistente como gritándome: ¡detente aquí estoy!, ¡mírame! Fijé la mirada hacia el dosel y ahí en lo más alto estaba un espectacular ejemplar macho de Campanero Tricarunculado, cantando enérgicamente, todo jactancioso… enseñando sus carúnculas; tan extraño, tan escandaloso, tan soberbio, tan perfecto… Al fin lo tenía ante mis ojos, nunca había visto nada igual; tomé unas cuantas fotografías, que el
terrible ángulo y el viento extremo pudieron permitirme; todas las imágenes quedaron muy mal, pero no importaba, porque lo había visto y escuchado, lo había sentido y vivido…

Unos cientos de metros después, me encontraba nuevamente en el aguacatillo de los quetzales. Pero por supuesto… el individuo de la espectacular cola ya no estaba ahí. Esperé cuatro horas más ese día y no volvió, retorné al día siguiente y permanecí ocho horas más, pero tampoco volvió. En todo ese tiempo frente al mismo árbol, tuve el placer de ver y fotografiar al macho de cola corta y a tres hembras que aprovechaban muy bien la beta alimenticia, y hasta habían acumulado tal cantidad de grasa, que parecía que cada vez les costaba más y más levantar vuelo, para seguir cosechando aguacatillos y repetir la misma rutina cada treinta a cuarenta minutos, después de regurgitar la colorada semilla. En algún momento apareció un Tucán Esmeralda – Northern Emerald Toucanet -, pero permaneció solamente unos minutos y se retiró después de satisfacer su apetito a diferencia de los quetzales.

No había sido la primera vez que observaba quetzales, pero si la vez que más los había disfrutado. En las aproximadamente doce horas que permanecí en el sitio, pasaron apenas tres personas, fue un espectáculo privado por así decirlo, que quizás solo países como Nicaragua pueden ofrecer. Toda fantasía tiene su fin, solo tuve tiempo para visitar estos sitios, pero Nicaragua tiene mucho más para ofrecer a los observadores de aves; espero volver pronto y explorar más de este extraordinario país.

*Hugo Santa Cruz es profesional en ecoturismo y gestión de áreas protegidas, con experiencia en más de 20 parques nacionales y reservas naturales en los últimos 15 años; en diferentes zonas de vida de Bolivia, Chile, Ecuador, Perú y Costa Rica.  Consultor de proyectos de conservación de la biodiversidad a través del ecoturismo. Guía especializado en observación de fauna (aves, mamíferos y anfibios) y ecología neotropical. Fotógrafo de naturaleza y vida silvestre. Coordinador del Club de Observación y Registro de Aves de Bolivia.